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La integridad también administra

La integridad también administra

El comportamiento ético es un valor esencial en la gestión de las comunidades de propietarios

Gestionar una comunidad exige más que conocimientos técnicos. Requiere equilibrio, criterio, principios sólidos. En la administración de fincas hay decisiones que se toman con la normativa en la mano y otras que exigen algo más: una brújula ética. Cuando surgen conflictos, cuando los intereses divergen o cuando la respuesta no está escrita, es cuando la integridad marca la diferencia.

Un valor para la confianza

Los propietarios no solo esperan eficacia o agilidad en la gestión: también buscan profesionales en los que confiar. Y entre los aspectos más valorados por quienes están al frente de sus comunidades, hay uno que destaca especialmente: la integridad. En una encuesta de fines de 2023 realizada por Mediterráneo entre presidentes de las comunidades que administra, la integridad estaba entre los seis aspectos que más apreciaban en la gestión, de un total de veintidós que se incluían en el cuestionario enviado. 

Este reconocimiento no es casual. La experiencia demuestra que las decisiones bien tomadas no solo resuelven problemas, sino que fortalecen la convivencia. Por eso, el compromiso ético es tan clave como el saber hacer, la agilidad o la transparencia.

La ética como principio profesional

Mediterráneo destaca por tener, como organización, un Código Ético y una Política anticorrupción basada en valores que orientan las actuaciones de su personal y de sus colaboradores. Son herramientas vivas para la actuación en situaciones complejas. El objetivo es actuar con honestidad, imparcialidad y responsabilidad. Porque los valores no solo se proclaman, se demuestran. 

Aplicar la ética es una forma de actuar, sobre todo cuando las soluciones no son evidentes o las tensiones están presentes. En esos momentos, actuar con integridad refuerza la confianza y puede ayudar a mejorar el clima dentro de la comunidad.

La integridad no solo se expresa en los códigos éticos, también se refleja en las normas que han sostenido la convivencia durante décadas. La Ley de Propiedad Horizontal (LPH), que ya ha cumplido 65 años de vigencia, ha sido pieza clave para garantizar derechos, deberes y un equilibrio en las comunidades. 

Aplicar la legislación, cumplirla con objetividad es también un principio ético. La LPH, con sus adaptaciones y modificaciones ante las necesidades que han ido surgiendo en cada tiempo, sostiene los derechos útiles que inspiran una cultura de habitabilidad en la que el disfrute de los espacios compartidos en las comunidades de propietarios sea esencial.

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